Los mil usos del tubo de cartón. ¡Viva la imaginación!

Los mil usos del tubo de cartón. ¡Viva la imaginación!Los tubos de cartón son algo que en la mayoría de empresas, oficinas o casas alguna vez ha estado o estará. Todos, en algún momento, los hemos hecho servir para guardar documentos importantes, láminas de dibujo, acuarelas, proyectos del cole, del instituto o de la Universidad y, además, para poder llevarlo todo y que ocupe poco espacio.

Cuando hay que enviar algo por correo y no queremos que llegue arrugado con el típico sobre de papel, usamos los tubos de cartón que, al ser más duros, protegen mejor lo que hay en el interior, aunque pasen por cientos de manos diferentes que no los traten con demasiado cuidado.

Pero… ¿qué otros usos podemos darle a los tubos de cartón? Sin duda… muchísimos más de los que a simple vista parece.

¿Jugamos a piratas con tubos de cartón?

Cuántas veces, siendo niños, hemos estado súper aburridos, sin saber qué hacer, sin ganas de jugar con los montones y montones de juguetes que tenemos a diario y que, en la mayoría de casos, pocas veces hacíamos servir… En la tele siempre los mismos dibujos, las mismas emisoras… Papá y mamá que nos proponían como distracción recoger la habitación o leer un libro y, con 8 años, sonaba más a castigo que a distracción…

Así qué, en nuestro momento de desamparo infantil, mientras mirábamos fijamente aquel ladrillo de la pared en el que creíamos ver diferentes caras de tanto mirarlo, se nos ocurría investigar en el despacho, entre las cosas de nuestros padres y… ¡tachán! Un foco de luz iluminaba en la oscuridad aquella cosa alargada que no sabíamos qué era, escondida en un rincón como si fuera un gran tesoro y en nuestra barriguilla se movían mariposas de emoción, seguidas por las mil imágenes se nos cruzaban por la mente como si de una película se tratara. Y ahí es dónde empezaba todo. Ahí es donde el mejor juguete que todo niño tiene salía de su escondite y entraba en acción: la imaginación.

¿Jugamos a piratas con tubos de cartón?

Cogíamos aquel tubo de cartón y nos sentíamos poderosos. Un parche se dibujaba en nuestra cara, el loro aparecía encima de nuestro hombro y un flamante sombrero cubría nuestra pequeña cabecita.

El pasillo se convertía en un bravo mar, con majestuosas olas que intentaban hundir nuestro flamante velero de madera y los tiburones nos acechaban intentando hacer de nosotros su comida.

Nuestros bravucones gritos alertaban a los barcos enemigos de nuestra presencia, la tripulación, aquellos temibles ositos de peluche, obedecían nuestras órdenes sin más, nos adentrábamos en lugares peligrosos, como la cocina de casa donde mamá, aquella sirena tan peligrosa, nos intentaba hundir el barco…

Y así, catalejo en mano y espada en el cinturón, pasábamos las interminables tardes viviendo maravillosas aventuras, donde los mejores tesoros nos aguardaban en los lugares más insospechados, nuestros hermanos se convertían en aliados o enemigos a ultranza y nuestra imaginación volaba y volaba hacia un mundo maravilloso donde todo era posible.

Y todo ello lo conseguíamos gracias a un tubo de cartón, algo que para los adultos no tenía gran importancia y, a nosotros, nos hacía vivir mágicos recuerdos para la eternidad.

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