Aunque la mayoría de nosotros no lo sabemos, la cinta americana se creó hacia el 1942, durante la segunda Guerra Mundial, por la división Permacel, que por aquel entonces pertenecía a la famosa y conocida empresa Johnson&Johnson.
Su uso inicial era para proteger de la humedad del campo de batalla la munición de las armas de fuego pero, poco a poco, y por la falta de los recursos que tenían, la agudización del ingenio y la propia desesperación que sufrían por la gravedad de la situación que estaban viviendo, su instinto de supervivencia les llevó a descubrir que podían darle muchos otros usos a la cinta americana y se convirtió en el sistema perfecto para arreglar armas, hasta partes de los aviones y casi cualquier material militar que se les estropeaba.
Además, era el único material con el que siempre podían contar, puesto que al ser muy económico siempre lo tenían entre sus pertenencias.
Por aquel entonces, tenía un color verde militar para que no se notara tanto, se camuflara mejor y fuera a juego con el resto de la equipación.
Tras finalizar la guerra, en América hubo un gran boom de la construcción, y los nuevos hogares contaban con sistemas adicionales de calefacción y aire acondicionado. Para funcionar, estos sistemas utilizaban tuberías que repartían el frío o el calor por todo el hogar. Fue entonces cuando los ex soldados, quienes anteriormente habían descubierto el sinfín de posibilidades que podía ofrecer la cinta americana, dedicándose ahora a cualquier trabajo de construcción, decidieron probarla para reforzar y reparar las instalaciones de estos conductos y fue así como viendo que también funcionaba, la cinta americana se empezó a usar en uso doméstico. Para que no desentonara tanto y se integrara más en el ambiente, se cambió del verde militar al gris oscuro, y así es exactamente como se empezó a comercializar de nuevo y cómo podemos encontrarla hoy en día en casi cualquier hogar.
¿Por qué la cinta americana es la mejor opción de precintado?
La cinta americana, a diferencia de otras cintas adhesivas, sirve para reparar, reforzar o embalar cualquier tipo de material, madera, metal, plástico y hasta en la propia piel (para hacer vendajes o tapar heridas de emergencia). Aunque, como en cualquier otra cinta, es fundamental que la superficie sobre la que la pongamos esté limpia y seca. Con un simple trozo de esta cinta podemos tapar agujeros, unir piezas, reparar provisionalmente partes de un coche, barco y hasta de un avión. Aunque no es una cinta aislante, los profesionales de la electricidad a veces también suelen usarla provisionalmente para fijar cables.
Está formada por tres capas; la superior es de polietileno, la central es una capa de tela, y la inferior está compuesta por un pegamento hecho de goma y agua.
Por su composición, la cinta americana soporta altas temperaturas y puede llegar a aguantar hasta 30 kilos de peso. Es resistente a la humedad y a los disolventes y también a las llamas.
Así que, sin lugar a dudas, la cinta americana es la mejor opción para llevar a cabo un buen precintado.
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